Por Xerardo Rodríguez) T odos los días, indefectiblemente, durante la década de los 70, me encontraba en la desaparecida Cafetería Flamingo...
Todos los días, indefectiblemente, durante la década de los 70, me encontraba en la desaparecida Cafetería Flamingo de la viguesa rúa del Príncipe a mi inolvidable amigo Víctor de Lasheras; periodista y uno de los personajes de ese viguismo que ya no existe ni en la procesión del Cristo de la Victoria. Víctor venía de machacarse en el gimnasio. Sí, iba todos los días.
Él tomaba su cervecita y yo café solo, que curaba mi permanente déficit de sueño…
—- Víctor, ¿Cómo puedes tomar cerveza a media mañana?
—- Para que compense lo que acabo de dejar en el gimnasio.
En aquella época, los jóvenes españoles y en particular los gallegos, andábamos revolucionados con la mili obligatoria; un servicio a la Patria que no te aportaba nada personal y te restaba un año y pico de juventud que podías aprovechar en algo más productivo.
Siempre que hago este comentario, “Martínez el Facha”, me espeta:
—- Te recuerdo que fue Aznar quien nos libró a todos menos a ti de la “puta mili”.
—- Y menos a los de toda mi generación y a los de todas las generaciones anteriores a 1993, no te fastidia.
—- Y eso que Aznar era de Falange que, según afirmas tú, éramos todos frustrados militares chusqueros…
¡CASTÍGATE EN EL CAMPAMENTO!
La sociedad del siglo XXI, entre otras muchas manías, ha adquirido la de jugar a la guerra. Lo hacen los niños con esas maquinitas que llaman videojuegos, creadas especialmente para matar “marcianitos”, como si los pobres niños de Marte –si es que existen- nos hubieran invadido ya.
—- Papá, papá… He conseguido un millón de puntos matando “marcianitos”.
—- Muy bien hijo, muy bien; pero déjame leer el periódico… ¿Vale?
Ese mismo padre es de los que va tres veces a la semana al gimnasio para sacar músculo donde le apetece y juega los fines de semana a la guerra con sus amigos. Ellos le llaman “PaintBall” porque se disparan balas de pintura los unos a los otros y enguarran sus uniformes militares que no hay lavadora que pueda con ellos…
—- A mí me cura el stress…
—- Y a mí la mala uva…
¿Para qué habremos hecho tanta “manifa” contra la “puta mili”? Digo yo que deberían llevarlos a todos estos a los cuarteles y meterles caña a “paso ligero” para curarles el stress. ¿O no?
—- Es que yo quiero ser el capitán siempre y en el cuartel de verdad ya hay muchos oficiales…
Bueno… Si esto te hace gracia imagínate la que te haría ir a un campamento de invierno para mayores en un balneario y te sometiesen a un programa especial militar para adelgazar y entrenar la resistencia…
¡Pues esto es lo que está de moda, mis amigos!
—- Vaya moda, ¿No?
—- Con lo placenteros que son los balnearios con sus aguas termales y ese ambiente de paz que transmiten.
Pues ahora, algunos, están militarizados. Al menos para los que se apuntaron al “Bootcamp”, moda que importó de Estados Unidos y Canadá Antonio Cabezuelo, militar formado para “Operaciones Especiales” que está dispuesto a someter a sus “clientes” a una dura disciplina castrense, que incluye entrenamientos militares adaptados a civiles con barriga y dispuestos a retar su aguante físico…
—- Esto sí que adelgaza, tío…
—- Sí pero debe doler mucho…
Te cuentan que esta batalla se gana levantándose a las siete de la mañana a toque de corneta. Desayunando zumos naturales y un chupito de agua termal. Una mañana entera de flexiones para que tengas agujetas todos los días. Una dieta especial en base a “comida ecológica certificada”. Nada de siesta y marcha al límite por los montes de los alrededores. Si acaso, al anochecer, tras la ducha, te dejan bañarte en la piscina del balneario y comprarte un masajito…
—- Eso sí, te garantizan que después del “curso” te quedas como Rambo…
El capitán Cabezuelo dice que “el sacrificio les enseña a alcanzar sus metas” que es lo mismo que a mí me decía aquel sargento de mi infructuosa mili.
Pues resulta que esto del “Bootcamp” tiene clientes, muchos clientes en múltiples balnearios españoles. Me quedo con dos apreciaciones…
La del “soldado” Jiménez…
—- Estaba harto de cervezas, los amigos y la familia.
Y la del “soldado” Gadea…
—- Salimos con mucho aprendido.
Yo os digo que si esta moda sigue Sánchez debería reimplantar la “puta mili” porque nos ahorraríamos un puñado de millones de euros.
—- Pero muchos soldados profesionales se irían al paro.
—- ¡Pues que se hagan aficionados!