A provechemos hoy el sol de la vida para viajar todo el fin de semana por la Costa da Morte, leer en el océano sus leyendas, conversar con g...
ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE
Desde Galicia a La Habana solo hay un mar común. El de la vida y el de la muerte. El de las leyendas y naufragios. Más de mil, dicen las estadísticas. Algunos tan recordados que parece que sucedieron ayer. Te hablo de vida en un paisaje de ensueño desde la tranquilidad que da la tierra firme.
Leyendas celtas, romanas y suevas. Naufragios reales contados por náufragos salvados. Como este relato que dejó escrito José Antonio Silva, inolvidable cronista de alguna de las mejores guías de este país…
Es la historia del velero “Ocho Hermanos” que, aquel día 12 de febrero de 1938, cuando remontaba la costa rumbo a Camariñas con cuatro hombres a bordo, fue hundido por el mercante alemán “Madeleine Reig”. Aquellos marinos, todos de Vilagarcía de Arousa salvaron sus vidas de milagro.
Pero la Costa da Morte no perdona.
Cuando amanecía el 30 de mayo de 1957, aquel mercante de nombre “Madelaine Reig”, que casi 20 años antes había abordado por negligencia a un modesto velero gallego, navegó directo hacia la Punta de O Farelo en cuyas aguas se hundió para siempre con 23 tripulantes a bordo…
Milagrosamente, también salvaron la vida. Pero O Farelo no perdonó al Madelaine…
No hay ahora tantos naufragios como antes, quizá por eso, me parece a mí, deberíamos llamarle la Costa de la Vida… Por su belleza ilimitada. Sobre todo, en ese momento en el que el sol incendia la tarde. Cuando la magia envuelve el tiempo y desde mar suena otra vez esa imaginaria música de arpas y violines.
Los nobles celtas, fuertes y peregrinos, ya no luchan por la Tierra de Breogán y las legiones romanas vienen en autobús, de turistas. Pero cada tarde se repite el espectáculo más grandioso y conmovedor que les trajo hasta el fin del mundo… aunque yo prefiero verlo desde aquí, detrás del Cabo Vilán.
UNA RÍA Y UN OCÉANO
Te cuento. Ibérica García nació en la Argentina, en el gran Buenos Aires, al igual que sus padres. Pero su abuelo era de Camariñas, una de las más hermosas villas marineras de la Costa da Morte. Vivió aquí, en una de estas casitas del centro de la villa, hasta los 19 años, edad con la que emigró en busca de mejor fortuna. Por aquel entonces, principios del siglo XX, Camariñas vivía de la pesca y de una agricultura de subsistencia. Hoy, es otra cosa.
El turismo es la primera industria, la pesca sigue siendo la principal actividad y la fama del encaje de bolillos ha hecho posible una de las ferias de artesanía más relevantes de España.
La villa refleja su tranquila imagen en las aguas de la Ría que comparte con Muxía y frente a ella, está el paisaje verde y las playas de ensueño, que describía el abuelo en el hogar porteño.
Camariñas es marinera porque toda la vida gira en torno a su puerto, al pesquero y al deportivo, en el que recalan numerosos navegantes procedentes de Europa y de América.
Su entorno más impresionante es el del Cabo Vilano, uno de los faros más visitados y admirados de Galicia.
El mar y el viento esculpen las rocas donde se cría el sabroso percebe que tienen nombres de los que imponen: A Furna dos Infernos o la Pedra do Oso.
Aquí está el mar que brama y salpica de espuma la inmensidad atlántica, a lo largo de una costa tan bella como peligrosa.
Cuando llegues a Camariñas, busca la mejor postal de su costa: el trayecto entre el Cabo Vilán y la Ensenada de Arou, una sucesión de rocas de aguja contra las que se estrella el Atlántico y entre ellas, pequeñas calas y playas abiertas al océano que nos une a América. Siempre es extraordinario contemplar como el mar se torna blanco de espuma, intenso azul marino en el horizonte y verdiazul en la pequeña playa.
—- ¿Y que menú me puedes hacer?
Indispensables los percebes de Camelle, un sargo a la brasa con patatas asadas en el horno y una tarta de esas con las que te sorprenden las cocineras de los restaurantes en los que la comida es, como suele decirse, casera.