Xerardo RODRÍGUEZ T engo una raioliña amiga que me visita todos los días, así que no me importa que hoy nos visite Oscar. Entra por mi ...
Xerardo RODRÍGUEZ
Tengo una raioliña amiga que me visita todos los días, así que no me importa que hoy nos visite Oscar. Entra por mi ventana y llega hasta el teclado para acompañarme mientras escribo. Cuando corrijo, se va. Cuando tecleo aparece. Ella neutraliza la agresividad depresiva de las nubes negras y juega con el viento, atravesándolo. Me pone como una moto.
A veces pienso si esta raioliña es algo más que una luz porque… hace cosas que a mi condición humana se le escapan. Por ejemplo, cuando se cuela por todo el estudio y hace brillar los recuerdos. Sí, esos cuantos premios y homenajes de los que no me gusta presumir, pero sí recordar. Me obliga a leer las placas y las dedicatorias y yo le hago caso repitiendo mil gracias a aquellas personas que tan bien me quisieron y aún me quieren en vida. Gracias una vez más a todos desde la profundidad del corazón.
Después de dar una vuelta por la estancia la raioliña se detiene para dar calor a los tres enanitos que sobreviven de aquellos siete que, cuando estábamos en Radio Noroeste, encontramos perdidos en la carballeira de San Xusto y los hicimos colaboradores del “Mediodía en punta”, el informativo que transgredía las normas vigentes.
El título del programa aquel lo parió mi amigo Eugenio Eiroa, hoy periodista jubilado que edita de forma altruista www.riasbaixastribuna.com y los enanitos los encontró Francisco Javier Gil, otro excelente compañero ahora especializado en gastronomía en las teles locales y que sigue dando guerra desde La Región y Atlántico Diario. ¡Los viejos guerrilleros nunca callan!
El caso es que la raioliña, cada día de esta vida que llevo, me acompaña por el pasado mostrándome con su luz un tiempo lleno de energía y ansias de vida. Entonces se obra el milagro y el teclado suena como si fuera la vieja Hispano Olivetti. Esa es la música que rejuvenece el instinto con el que nacimos los vocacionales de la comunicación.
Si no fuera por la raioliña te digo que a estas alturas estaría perdidiño.