+ Texto : Xerardo RODRÍGUEZ - + Fotos : "Galicia Única" -
En el IV Tercio Sahariano de la Legión “Alejandro Farnesio” conocí a un patriota de Bilbao que entró de lejía raso y llegó a brigada. El tipo se manejaba bien entre los mandos que promovían los ascensos de aquella tropa cuya vida anterior no importaba, solo su audacia y temeridad, como reza la letra de “El novio de la muerte”.
Una vez, recién terminada la guerra de Ifni, el brigada bilbaíno se encontró con sus hombres, rodeado por guerrilleros pro marroquíes, en el Sáhara abierto. Se salvaron todos gracias a los conocimientos militares del jefe de la patrulla y este quedó marcado para siempre como un héroe, después de poner al enemigo en fuga y causarle algunas bajas.
Contándome su vida me confesó lo que yo imaginaba: que había sido un asesino implacable que entró en la Legión Española huyendo de la Justicia. Le imputaban la muerte de su mujer, de su suegra y de su cuñado. Nunca le juzgaron por aquello y sí le consideraron un héroe militar. Todos en el tercio decían que José María era una gran persona. De los asesinatos se había arrepentido.
Si os cuento esta historia es porque me vino a la mente, en plena guerra de investiduras, aquel Manifiesto pro Juan Carlos de Borbón, firmado por 70 exaltos cargos del gobierno español, entre los que se encontraban el expresidente Felipe González, la exministra Esperanza Aguirre y el exvicepresidente más admirado por la izquierda, Alfonso Guerra.
En aquel Manifiesto se nos hacía ver, como si fuera un folleto propagandístico de La Corona, la importancia que tuvo el aún Rey Emérito en esa Transición en la que participamos millones de españoles, muchos más de los que figuran como padres de la patria.
Se obviaba, como es lógico, su papel de heredero de Franco y por supuesto no se contaban los puntos negros que hemos encontrado muchos periodistas en el relato del golpe de Estado del 23-F.
Aquel manifiesto solo contenía grandes elogios y terminaba pidiendo al pueblo español la presunción de inocencia para quien estaba considerado por la Justicia suiza y también por la Fiscalía española un presunto delincuente de guante blanco.
Aquello pasó, quedó sepultado en el olvido y ahora los mismos personajes aprovechan la ocasión para iniciar otra campaña dirigida para desgastar a Pedro Sánchez y su Gobierno, al hilo de un proyecto de ley de amnistía de la que solo hablaron los independentistas catalanes y cuando aún ni siquiera se ha votado la investidura de Feijóo.
Unos pocos quisieron convertir en héroe al exrey que nos puso Franco, lo mismo que los legionarios hicieron con el brigada José María, salvando las distancias. Están en su derecho. Pero lo menos que deben hacer es dar la cara y explicar las razones por las que acusan al presidente de España y a sus socios de Gobierno, de intentar el acoso y derribo de Felipe VI y de actuar en la sombra a espaldas de la Constitución.
Si en los setenta me dicen que Guerra iba a convertirse en el gran defensor de la monarquía no me lo hubiera creído. Y mucho menos de Felipe. Se ve que el paso del tiempo aburguesó a los héroes que iban para socialistas, los que en cuanto pisaron los palacios, dieron marcha atrás.
Un consejo a los ex: disfruten ustedes de sus nietos y déjense de entrar en el juego de la política otra vez, que nadie les pide ya su opinión.
Por cierto, todos los firmantes de aquel manifiesto de marras se sentaban en el Congreso de los Diputados el día en que el presunto juró el cargo de rey… ¡Deberíais releer aquel discurso porque tiene coña!