Esta mi gente mayor, estudiosa de la filosofía de la vida, tiene las sienes de plata y alguno almacena en su cerebro los recuerdos de más de...
Sentarse en la Alameda al lado de quienes gozan del invierno de la vida para escuchar sus conversaciones es como sacudirte el pesimismo del cuerpo, ese que te contagia la niebla nacida del Tambre, cuando resbala por Trasdomonte sin atreverse a encaramarse en el Monte Castelo.
Esta mi gente mayor, estudiosa de la filosofía de la vida, tiene las sienes de plata y alguno almacena en su cerebro los recuerdos de más de 100 años de existencia…
—- A min, cando era novo, gustábanme moito as películas de Kirk Douglas…
—- Seica ten 103 anos cumplidos ista semá.
—- Non, 102. Xa lle cunden.
—- Pero si tí tés 101.
Entonces, lo miras; te asombra su lucidez, ves que ni tiene bastón, solo unas cuantas arrugas en la frente, aún le brillan los ojos… y tímidamente entras en la escena.
—- ¿Me permite? ¿Pódolle facer unha pregunta?
—- A que queira…
—- ¿Cómo se chega os cen anos?
—- Pois con moita paciencia, que unha cousa é a carrocería e outra o motor.
Cuando llego a casa rebusco entre las estadísticas de Galicia y me sale una buena cuenta: hay poco más de un millar de abuelos que forman parte del ranking centenario y proporcionalmente somos los campeones de España del envejecimiento.
—- ¿E iso é bó?
Por lo de pronto pueden presumir de haber llegado a la edad de oro, que es el tiempo que marca la última vitalidad y acorta las distancias con el futuro.
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