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SE TRATA DE SER RAZONABLES, SEÑOR PRESIDENTE
Yo ya no conduzco. Así que me importa un bledo esa guerra de combustibles que se trae el Gobierno con los de la automoción. Puedes imaginar también que el plazo que dan en Bruselas y en Madrid para que dejen de circular los vehículos de gasoil, gasolina e incluso los híbridos, el 2040, a mí me la trae al pairo.
Porque si ahora no soy capaz de ponerme al volante del viejo C-5, dentro de 32 años solo me veo intentando obtener el carnet de conducir naves interestelares, si es que pudiese tener otra vida en el Espacio.
Pero, aunque a mí no me afecte y sí a un millón y medio de mis paisanos, el asunto este de que solo circulen coches eléctricos va a traer más cola de lo que imagina Pedro Sánchez, que ha definido el cambio como un acto de valientes.
—- ¡Vaya machote se nos ha vuelto!
Yo creo que detrás de esta decisión, con la que nos sorprendieron esta semana, están los poderes fácticos de la economía mundial, los que colocan a sus marionetas en puestos ejecutivos… que no es lo mismo que decisorios.
Te contaré una historia fascinante, “el relato de las boñigas”, con el que algunos gurús económicos ilustraban sus charlas sobre la innovación en el siglo XIX. Está basado en la llamada “gran crisis de las boñigas de caballo de 1894”, que en el año 2013 describía el periodista Brian Groom. en el “Financial Times”, de esta manera:
—- La cantidad de excrementos de caballo generada en las ciudades inglesas en rápido crecimiento se percibía como una amenaza para la propia civilización. Pero entonces llegó el inventor estadounidense Henry Ford con sus vehículos a motor para sustituir a los caballos y las predicciones catastróficas sobre el tsunami de boñigas nunca se cumplieron.
Era la primera vez que el poder económico solucionaba con tecnología un problema… antes de que llegara a producirse, un sorprendente ejemplo de cómo los incentivos económicos agudizaban ya entonces el ingenio.
Pero lo más curioso de esta historia es que nunca se produjo la tal crisis de las boñigas de caballo, ni en 1894 ni después.
Así lo afirma la jefa del archivo histórico de “The Times”, refiriéndose a la misma crónica de aquellas fechas en su periódico:
—- Lo que sí publicamos en 1894 es que en las calles de Londres había polvo y barro, nada de toneladas de excrementos…
Para Rose Wild…
—- Londres no estuvo enterrada en boñiga de caballo, sino en una gran mentira.
Esta… es la primera “fake new” del periodismo mundial.
—- ¡Siempre hubo servidores del poder en el mundo de la información!
He buscado en la prensa estatal algún periodista serio que contase la realidad de la contaminación a la que aludía la ministra de Transición Ecológica, tras la noticia de que en el 2040 solo circularán por España vehículos eléctricos. Y encontré a Juan Ares en “La Voz de Galicia” para que te facilite los datos…
“La Agencia Internacional de la Energía publicó que en el 2013 el transporte por carretera solo fue el responsable del 14 % de las emisiones de CO2 en todo el mundo, por detrás de las industrias manufactureras y construcción (17 %), de otros tipos de transporte (18 %) y, muy especialmente, de la generación de electricidad y calor (34 %). En España, el transporte por carretera solo es responsable de un 20,5 % del total de emisiones contaminantes producidas, muy por detrás del 52,8 % producido por los sectores industrial, residencial o comercial”.
Con estos datos está claro que la lucha por reducir las emisiones de CO2 se debe centrar en otros sectores más allá del automóvil.
Pero lo que llama la atención es que la diana del ministerio se haya puesto en el diésel, cuando en la actualidad todos los coches nuevos que salen a la calle con estos motores emiten menos CO2 que sus versiones de gasolina. La norma Euro6, que deben cumplir, les ha obligado en los últimos años a rebajar emisiones y ahora mismo son más eficaces que los de gasolina en este aspecto.
Y para que tomen nota la ministra y el presidente, socialistas ambos, apunto:
El 80% de la producción de las factorías españolas de automóviles es de vehículos diésel y por lo tanto están en peligro de extinción muchos miles de puestos de trabajo. Solo en Vigo, en Stellantis, que se centra primordialmente en furgonetas, pueden quedarse en la calle diez mil trabajadores.
Xerardo Rodríguez