E n Galicia nos entusiasman los cursos fluviales. Hoy, si te apetece, seguiremos el curso de un río de discurrir tranquilo entre abedules de...
En Galicia nos entusiasman los cursos fluviales. Hoy, si te apetece, seguiremos el curso de un río de discurrir tranquilo entre abedules de ribeira, nacido cerca de la pequeña aldea y germinador de la belleza en trayectos de ensueño. Este río sigue las generosas rutas que procuran, en paisajes abiertos, la vida saludable…
El Sor organiza el norte mas norte de la Tierra, quebrando en dos partes su corazón verde.
Aquí, en estas aldeas asentadas junto al río, están las raíces y la vida. Es el lugar amado donde se acaba el cansancio del eterno ir y venir por el mundo, hoy también como en aquel tiempo. Antes olía a tierra cultivada… pero los días siguen teniendo sabor a eternidad verde y serena.
AMBOSORES
Viven por aquí menos de un ciento de personas en 26 lugares pequeños. Entre todos configuran la parroquia de Santa María de Ambosores, geografía que pertenece nada menos que a cuatro territorios municipales, los de Muras, As Pontes, Ourol y Mañón.
En cualquiera de esas pequeñas aldeas resulta un placer escuchar el silencio de los soutos y de las fragas, en medio del paisaje verde que el valle ha ganado a la media montaña. También es posible convivir otra vez con un pasado que se nos antoja lejano, pero que, sin embargo, deja sentir aún el eco de los ausentes.
Ambosores es topónimo que proviene de uno de los lugares emblemáticos de la comarca: el nacimiento del río Sor como fruto de la unión de dos regatos; a ambos les llaman como el río, Sor; y juntos son “ambos sores”.
Este es lugar para recomponer el relato del agua… que te lleva hasta esa costa cantábrica donde el norte es el más al norte.
RÍO SOR
Desde Ambosores, parten caminos organizados en torno al curso del río Sor que va en busca el Cantábrico. Atraviesan la sombra de la sierra, A Faladoira, que vive estos días la expresividad del otoño, mezcla de cielo azul y blanco, como nuestra bandera, valle verde y muchas veces tímido sol entre sombras de niebla entre los soutos dourados.
El Sor bebe agua de regatos mil que, superando el vértigo de la cascada, surgen espontáneos de las suaves cumbres para saborear, sorbo a sorbo, la belleza de un entorno en el que crecieron árboles de fraga. Pero lo que más te asombrará de este río es el lugar en el que se rinde a la inmensidad cantábrica.
Sierra, río y mar provocan paisajes de ensueño. Se funden en ellos historia y leyenda, al mismo tiempo que el sol se esconde cada tarde entre el mar y la montaña…
La sierra fue -en la fantasía popular- el lugar en donde el rey suevo Regismundo mandó enterrar viva a su mujer Hidelfrida… por serle infiel. Algunos dicen escuchar las voces y ecos de la infortunada reina en las quebradas de la montaña. Por eso la llaman Serra da A Faladoira.
Hay un punto en el que las orillas del Sor se visten con una vegetación sobre la que predomina el tono verdoso característico del bosque. Nunca en este lugar los árboles se muestran desnudos…
Es en A Graña, donde nació Mamede Casanova “O Toribio”, famoso bandolero que inspiró a Valle Inclán y a Emilia Pardo Bazán. A comienzos del siglo XX, los “cantares de ciego” relataban sus crímenes.
El Sor se entrega al Cantábrico para formar juntos la hermosa Bahía de O Barqueiro, cuya perspectiva es realmente luminosa, colorista, magnífica… El pequeño puerto y los puentes también tienen sus historias relacionadas con la estirpe marinera que mejor conoce los dos mares y un barquero que murió de pena cuando los puentes unieron las tierras de O Vicedo con las de Ortigueira.
Por eso este lugar se llama O Barqueiro.
Este es el paisaje, ya de salitre, que conforma la sublime belleza de una ría. En sus riberas nacieron puertos y playas de acuarela de tiempos fenicios y aún más antiguos. Cuando alcanzamos el norte más al norte, aparece el mar en su inmensidad oceánica desde la perspectiva del Faro al que le dicen Estaca de Bares.
Cantan a coro todos los vientos en esta cumbre, mientras marinos acostumbrados al riesgo evitan los acantilados de aguja en el lugar en el que se funden los dos mares de la Galicia más marinera.
La Estaca de Bares es punta legendaria y posiblemente el faro más antiguo del norte gallego, como testimonia Bares puerto, de origen fenicio y con vestigios datados en el siglo VII antes de Cristo.
Es una delicia, a comienzos de cada otoño, contemplar desde aquí el paso de las aves. Mas de cien mil alcatraces, cormoranes y halcones peregrinos te saludan con sus alas felices de ver estas maravillas.
Aquí encontramos el paisaje del éxtasis… cuando nuestra mirada se pierde en lo infinito…
Xerardo Rodríguez
El Sor organiza el norte mas norte de la Tierra, quebrando en dos partes su corazón verde.
Aquí, en estas aldeas asentadas junto al río, están las raíces y la vida. Es el lugar amado donde se acaba el cansancio del eterno ir y venir por el mundo, hoy también como en aquel tiempo. Antes olía a tierra cultivada… pero los días siguen teniendo sabor a eternidad verde y serena.
AMBOSORES
Viven por aquí menos de un ciento de personas en 26 lugares pequeños. Entre todos configuran la parroquia de Santa María de Ambosores, geografía que pertenece nada menos que a cuatro territorios municipales, los de Muras, As Pontes, Ourol y Mañón.
En cualquiera de esas pequeñas aldeas resulta un placer escuchar el silencio de los soutos y de las fragas, en medio del paisaje verde que el valle ha ganado a la media montaña. También es posible convivir otra vez con un pasado que se nos antoja lejano, pero que, sin embargo, deja sentir aún el eco de los ausentes.
Ambosores es topónimo que proviene de uno de los lugares emblemáticos de la comarca: el nacimiento del río Sor como fruto de la unión de dos regatos; a ambos les llaman como el río, Sor; y juntos son “ambos sores”.
Este es lugar para recomponer el relato del agua… que te lleva hasta esa costa cantábrica donde el norte es el más al norte.
RÍO SOR
Desde Ambosores, parten caminos organizados en torno al curso del río Sor que va en busca el Cantábrico. Atraviesan la sombra de la sierra, A Faladoira, que vive estos días la expresividad del otoño, mezcla de cielo azul y blanco, como nuestra bandera, valle verde y muchas veces tímido sol entre sombras de niebla entre los soutos dourados.
El Sor bebe agua de regatos mil que, superando el vértigo de la cascada, surgen espontáneos de las suaves cumbres para saborear, sorbo a sorbo, la belleza de un entorno en el que crecieron árboles de fraga. Pero lo que más te asombrará de este río es el lugar en el que se rinde a la inmensidad cantábrica.
Sierra, río y mar provocan paisajes de ensueño. Se funden en ellos historia y leyenda, al mismo tiempo que el sol se esconde cada tarde entre el mar y la montaña…
La sierra fue -en la fantasía popular- el lugar en donde el rey suevo Regismundo mandó enterrar viva a su mujer Hidelfrida… por serle infiel. Algunos dicen escuchar las voces y ecos de la infortunada reina en las quebradas de la montaña. Por eso la llaman Serra da A Faladoira.
Hay un punto en el que las orillas del Sor se visten con una vegetación sobre la que predomina el tono verdoso característico del bosque. Nunca en este lugar los árboles se muestran desnudos…
Es en A Graña, donde nació Mamede Casanova “O Toribio”, famoso bandolero que inspiró a Valle Inclán y a Emilia Pardo Bazán. A comienzos del siglo XX, los “cantares de ciego” relataban sus crímenes.
El Sor se entrega al Cantábrico para formar juntos la hermosa Bahía de O Barqueiro, cuya perspectiva es realmente luminosa, colorista, magnífica… El pequeño puerto y los puentes también tienen sus historias relacionadas con la estirpe marinera que mejor conoce los dos mares y un barquero que murió de pena cuando los puentes unieron las tierras de O Vicedo con las de Ortigueira.
Por eso este lugar se llama O Barqueiro.
Este es el paisaje, ya de salitre, que conforma la sublime belleza de una ría. En sus riberas nacieron puertos y playas de acuarela de tiempos fenicios y aún más antiguos. Cuando alcanzamos el norte más al norte, aparece el mar en su inmensidad oceánica desde la perspectiva del Faro al que le dicen Estaca de Bares.
Cantan a coro todos los vientos en esta cumbre, mientras marinos acostumbrados al riesgo evitan los acantilados de aguja en el lugar en el que se funden los dos mares de la Galicia más marinera.
La Estaca de Bares es punta legendaria y posiblemente el faro más antiguo del norte gallego, como testimonia Bares puerto, de origen fenicio y con vestigios datados en el siglo VII antes de Cristo.
Es una delicia, a comienzos de cada otoño, contemplar desde aquí el paso de las aves. Mas de cien mil alcatraces, cormoranes y halcones peregrinos te saludan con sus alas felices de ver estas maravillas.
Aquí encontramos el paisaje del éxtasis… cuando nuestra mirada se pierde en lo infinito…
Xerardo Rodríguez